El cuerpo bello y vacío.

Erase una vez en un lugar no muy lejano, un reino que era gobernado por las apariencias, donde la tiranía de la publicidad y de la moda había impuesto un ideal de belleza, creando una idealización absurda por la delgadez, saturando de falsas expectativas las mentes de sus habitantes.  En este lugar se recurría con frecuencia a métodos extremos para conseguir encajar en el modelo bello propuesto por el sistema.  Dietas anorexicas, ejercicios extenuantes, pastillas reductoras, liposucciones, cirugías estéticas, prótesis y hasta trasplantes eran los métodos habituales para ser aceptado en la sociedad.

Sin duda podría ser el inicio de alguna novela de ciencia ficción, pero la realidad de las cosas es que estoy describiendo nuestra sociedad actual.  Podrán decir que soy exagerado, sin embargo mis palabras están cargadas de simbolismo verdadero.  Hoy en día la idea compulsiva que ronda por el ambiente, es la de lograr permanecer “siempre joven” o por lo menos aparentarlo, el centro de la vida se basa en la apariencia de nuestro cuerpo, en base a cómo te veas serán los éxitos que consigas, desde amorosos, sociales y hasta laborales.

Se ha creado una fobia a la grasa, haciéndola parecer como algo innecesario y patológico para nuestra existencia.  La hipertrofia muscular es aclamada como símbolo de belleza y salud.  Estos paradigmas han hecho que la industria cosmética (incluida la cirugía plástica) tenga un revulsivo crecimiento en las últimas décadas, cayendo algunos practicantes y vendedores en la estafa para incrementar las multimillonarias ganancias.  Esta tendencia puede ocasionar estragos en la salud física y mental de quien la sigue sin criterio.

Los medios masivos de publicidad enfocan sus mensajes sobre el cuerpo a las mentes vulnerables; niños y jóvenes observan con atención distante los cientos de anuncios donde se enlaza la delgadez y la musculatura con la felicidad y el éxito.  Abusan de la fragilidad emocional y de la presión social por ser aceptados, para infiltrar sus productos y tratamientos. Observo en mi consulta menores de edad pensando en modificar su cuerpo por medio de alguna cirugía para alcanzar la aceptación. ¿Cómo puede pensar eso un joven que tiene de su lado la belleza de la juventud?

Las últimas décadas de culto al cuerpo han ocasionado una cascada de consecuencias en la salud mental de la población.  En este tiempo se han disparado las estadísticas de pacientes con algún trastorno de la conducta alimentaria, caracterizados principalmente por presentar una imagen corporal que está muy distorsionada, muy concentrada en el peso corporal o la figura y se niegan a admitir el peligro de la pérdida de peso, miedo a engordar, negación a mantener el peso normal para su edad y estatura, conductas compensatorias para evitar ganar peso, usar medicamentos reductivos, dietas y ejercicio excesivo.

La familia representa un factor muy importante para proteger a los menores del bombardeo mediático, o por el contrario pueden ser los encargados de sembrar ideas peyorativas sobre el cuerpo. Por ignorancia o por querer ayudar al “gordito” se usa la burla o amenaza para “motivar” a tener mejores hábitos, con frases toxicas como: “Vas a salir rodando”. “Si sigues comiendo nadie te va a querer”.  Lo único que se logra con tan primitiva estrategia es lastimar la autoestima y alejarse emocionalmente de su hijo. Sin duda pueden ser estos comentarios la puerta de entrada para algún trastorno alimenticio.

Esos cuerpos desnutridos o hiper trabajados están manifestando la carencia emocional que la persona expone, centrando su amor propio en la mirada externa. La aceptación social será como un anestésico para calmar el dolor interno de un alma hipotrofiada.

Estas palabras que hoy escribo son una llamada de atención contra la delirante sociedad en la que estamos educando a los pequeños.  Invito a los lectores a aprender a educar la mirada, no solo centrar en lo externo nuestros intereses, si no en todo aquello que da identidad y sentido a la vida.  Un cuerpo sano necesita ser habitado por una mente y espíritu sano, de lo contrario se convertirá en vasija vacía que tarde que temprano se romperá ante la fragilidad de su vacuidad.  Alimentemos nuestros cuerpos con nutrientes emocionales, valoremos la belleza que viene desde dentro, aceptemos lo que potencialmente ya somos y sobre todo seamos libres de estereotipos impuestos. Aprendamos a ser habitantes de nuestros cuerpos, capitanes de nuestros barcos, escritores de nuestros destinos.

  1. Merleau-Ponty M. Fenomenología de la percepción. Barcelona: Península; 1975.
  2. Sartre JP. Las manos sucias. Madrid: Alianza editorial; 1980.
  3. Habermas J. El fututro de la naturaleza humana. Barcelona: Paidós; 2003.
  4. Jonas H. El principio de responsabilidad. Barcelona: Herder; 1995.
  5. Esquirol JM. El respeto o la mirada atenta. Barcelona: Gedisa; 2006.

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